Derechos humanos en la Iglesia Católica: la incoherencia vaticana
Juan José Tamayo, España
La celebración del sesenta aniversario de la Declaración de Derechos Humanos invita a reflexionar sobre la situación de los derechos humanos en la Iglesia Católica, una de las instituciones que más resistencia ha opuesto históricamente a las libertades modernas. La Ley Fundamental de la Iglesia promulgada en febrero de 2001 establece que el papa detenta en su persona la plenitud de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. En consecuencia, la cultura de los derechos humanos está ausente de su organización, que se configura con una estructura estamental (clérigos y laicos; Iglesia docente e Iglesia discente, jerarquía y pueblo de Dios), funciona al modo jerárquico-piramidal (pastores-rebaño) y rechaza la democratización alegando que es de institución divina y que tiene fines espirituales. Lo que choca, de entrada, con el título de jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano que ostenta el papa.
Por eso, la transgresión de los derechos humanos en la Iglesia católica no es una patología más, sino un una práctica estructural, inherente al paradigma eclesiástico actual que no se corresponde con la intención del fundador ni con los orígenes del cristianismo. El papa y los obispos católicos defienden los derechos humanos en la sociedad y denuncian su transgresión, pero desconocen e incumplen los derechos de los cristianos y de las cristianas en el seno de la Iglesia. Defienden la libertad en la sociedad, pero se olvidan de la libertad cristiana, reconocida de múltiples formas en los textos fundantes del cristianismo. ¿Cómo puede negarse a los cristianos y cristianas la libertad cuando, según declara Pablo de Tarso, “para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gálatas 5,1)? Es la incoherencia vaticana. Veamos algunos ejemplos.
Las mujeres son excluidas del sacerdocio, del episcopado y del papado y de los puestos de responsabilidad eclesial, alegando que Jesús fue varón y que sólo puede ser representado por varones. Se convierte así a Jesús de Nazaret en una persona machista cuando lo que puso en marcha fue un movimiento igualitario de mujeres y de hombres. La Congregación para la Doctrina de la Fe ha amenazado con la excomunión al teólogo norteamericano Roy Bourgeois por afirmar que las mujeres tienen la misma dignidad que los varones para ser sacerdotes y que en la Biblia no hay nada que se oponga a la ordenación de las mujeres. Su respuesta ha sido que el sexismo y el racismo son pecado y que la discriminación de género es inmoral ¿Cómo puede practicarse la discriminación contra las mujeres impunemente en la Iglesia Católica cuando Pablo de Tarso escribió ya a mediados del siglo I que “ya no hay ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús?” (Gálatas 3, 26)?
Se obliga a los sacerdotes a ser célibes y a renunciar al matrimonio cuando teológica e históricamente no existe una vinculación intrínseca entre sacerdocio y celibato. No se reconocen ni se respetan libertades como las de expresión, investigación, cátedra e imprenta. Hay decenas de teólogas y teólogos condenados por sus escritos y declaraciones públicas, a quienes, además, se les obliga a someter a censura previa todo lo que escriben. En algunos casos, libros publicados “con las debidas licencias” eclesiásticas son retirados de la venta. Hasta la opción por los pobres es condenada a veces con penas severísimas como en el caso de la teología de la liberación, demonizada por el cardenal Ratzinger cuando era presidente de la Congregación de la Fe en la Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, y de algunos de sus principales representantes como Leonardo Boff.
Y, no contenta con reprimir los derechos humanos en su interior, la jerarquía católica se opone el ejercicio de determinados derechos y libertades fundamentales en la sociedad: el derecho al libre ejercicio de la sexualidad, condenando la homosexualidad, oponiéndose a su total despenalización y generando con sus condenas actitudes homófobas. Condena la investigación con células madre embrionarias con fines terapéuticos, práctica que algunos dirigentes de la Iglesia católica comparan con los experimentos nazis en los campos de concentración. Niega los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres.
Dos hechos recientes dejan al descubierto la insensibilidad del Vaticano en este campo: su negativa a firmar la convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad y la oposición a la propuesta de Francia ante las Naciones Unidas de despenalización total de la homosexualidad en el mundo, ya que en ocho países la homosexualidad se castiga con la pena de muerte. No aceptar dicha despenalización implica la condena a muerte de los gays y lesbianas que viven en esos países. Con su actitud el Vaticano está violando de manera flagrante el primero de todos los derechos humanos: el de la vida. ¿Qué credibilidad va a tener cuando clame por el derecho de los no nacidos si legitima la pena de muerte de ciudadanos y ciudadanos por el libre ejercicio de su sexualidad?.
Por eso, la transgresión de los derechos humanos en la Iglesia católica no es una patología más, sino un una práctica estructural, inherente al paradigma eclesiástico actual que no se corresponde con la intención del fundador ni con los orígenes del cristianismo. El papa y los obispos católicos defienden los derechos humanos en la sociedad y denuncian su transgresión, pero desconocen e incumplen los derechos de los cristianos y de las cristianas en el seno de la Iglesia. Defienden la libertad en la sociedad, pero se olvidan de la libertad cristiana, reconocida de múltiples formas en los textos fundantes del cristianismo. ¿Cómo puede negarse a los cristianos y cristianas la libertad cuando, según declara Pablo de Tarso, “para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gálatas 5,1)? Es la incoherencia vaticana. Veamos algunos ejemplos.
Las mujeres son excluidas del sacerdocio, del episcopado y del papado y de los puestos de responsabilidad eclesial, alegando que Jesús fue varón y que sólo puede ser representado por varones. Se convierte así a Jesús de Nazaret en una persona machista cuando lo que puso en marcha fue un movimiento igualitario de mujeres y de hombres. La Congregación para la Doctrina de la Fe ha amenazado con la excomunión al teólogo norteamericano Roy Bourgeois por afirmar que las mujeres tienen la misma dignidad que los varones para ser sacerdotes y que en la Biblia no hay nada que se oponga a la ordenación de las mujeres. Su respuesta ha sido que el sexismo y el racismo son pecado y que la discriminación de género es inmoral ¿Cómo puede practicarse la discriminación contra las mujeres impunemente en la Iglesia Católica cuando Pablo de Tarso escribió ya a mediados del siglo I que “ya no hay ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús?” (Gálatas 3, 26)?
Se obliga a los sacerdotes a ser célibes y a renunciar al matrimonio cuando teológica e históricamente no existe una vinculación intrínseca entre sacerdocio y celibato. No se reconocen ni se respetan libertades como las de expresión, investigación, cátedra e imprenta. Hay decenas de teólogas y teólogos condenados por sus escritos y declaraciones públicas, a quienes, además, se les obliga a someter a censura previa todo lo que escriben. En algunos casos, libros publicados “con las debidas licencias” eclesiásticas son retirados de la venta. Hasta la opción por los pobres es condenada a veces con penas severísimas como en el caso de la teología de la liberación, demonizada por el cardenal Ratzinger cuando era presidente de la Congregación de la Fe en la Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, y de algunos de sus principales representantes como Leonardo Boff.
Y, no contenta con reprimir los derechos humanos en su interior, la jerarquía católica se opone el ejercicio de determinados derechos y libertades fundamentales en la sociedad: el derecho al libre ejercicio de la sexualidad, condenando la homosexualidad, oponiéndose a su total despenalización y generando con sus condenas actitudes homófobas. Condena la investigación con células madre embrionarias con fines terapéuticos, práctica que algunos dirigentes de la Iglesia católica comparan con los experimentos nazis en los campos de concentración. Niega los derechos reproductivos y sexuales de las mujeres.
Dos hechos recientes dejan al descubierto la insensibilidad del Vaticano en este campo: su negativa a firmar la convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad y la oposición a la propuesta de Francia ante las Naciones Unidas de despenalización total de la homosexualidad en el mundo, ya que en ocho países la homosexualidad se castiga con la pena de muerte. No aceptar dicha despenalización implica la condena a muerte de los gays y lesbianas que viven en esos países. Con su actitud el Vaticano está violando de manera flagrante el primero de todos los derechos humanos: el de la vida. ¿Qué credibilidad va a tener cuando clame por el derecho de los no nacidos si legitima la pena de muerte de ciudadanos y ciudadanos por el libre ejercicio de su sexualidad?.
1 Comment
12 de diciembre de 2008, 2:18
Órale... sí que está fuerte el escrito...
y sí, creo que la Iglesia es machista y retrógrada, limitante, incongruente con el proyecto de Jesús.
Cristo nos enseñó todos somos iguales ante Dios, que Diosito nos da libertad asoluta de ser y hacer, pero, como en cualquier cosa, los seres humanos hacemos las cosas "a como nos conviene" y sin pensar en sus efectos...
Como católica y como mujer me duele esa actitud pues me hace creer que se está buscando hacer de todo, menos construir el Reino...
Algo que constantemente me hace sentir en desacuerdo con las normas de la Iglesia son los requisitos para el bautismo, para ser exacta, el pedir que los padrinos estén casados por la iglesia. Sé que el compromiso como padrinos es ser ejemplo de vida cristiana (por eso se pide que cumplan con el sacramento del matrimonio si es que viven con su pareja) y me da mucho coraje al no poderle decir que sí a aquellas personas que aún cuando no están casados por la iglesia o al ser madres solteras son mejor ejemplo de vida cristiana que muchos que se casan por la iglesia y al año van a buscar al P. Ramón =/ y aquellos que tienen 20 años juntos o las madres solteras que se la han rifado y son ejemplo de cristianos hay que decirles que no porque no tienen el papelito...
En fin, habrá que luchar por una Iglesia libre, preocupada por los demás, incluyente y horizontal.
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