Rebelión Nazarena
- Rebelión nazarena
JUAN JOSÉ TAMAYO. EL PAÍS, Babelio.
Ensayo. La crisis de Dios, de las religiones y de las iglesias no ha logrado acallar el interés de los investigadores por la figura de Jesús, el fundador del cristianismo, nacido en Nazaret, una pequeña y desconocida aldea de las montañas de la Baja Galilea, a quien John Dominic Crossan, destacado especialista en el estudio del Jesús histórico, define como “un campesino judío” y John P. Meier, uno de los más relevantes investigadores bíblicos actuales, como “un judío marginal”. Dos mil años después de su nacimiento, la gente continúa preguntándose todavía por la identidad del Nazareno, a quien siguen más de dos mil millones de personas.
De él habla con respeto todo el mundo: cristianos de las distintas iglesias, creyentes de las más variadas religiones, no creyentes de diferentes ideologías, hasta los más encarnizados enemigos del cristianismo como Nietzsche, que sentía una especial predilección por Jesús, a quien llama “buen mensajero”, mientras que califica a Pablo de Tarso de “disangelista”. Al coro de personas que hablan bien de Jesús se suma José Antonio Pagola, especialista en Ciencias Bíblicas, en un voluminoso y documentado libro de más de 500 páginas que ha escandalizado a algunos obispos y teólogos católicos españoles, quienes no han dudado en acusarlo de arriano. ¿Es tan distorsionada la imagen de Jesús que ofrece nuestro autor para recibir tan severo calificativo?
El Jesús de Pagola no hace grandes discursos teológicos, ni cita los libros sagrados prolijamente. Entre otras cosas, porque, al decir de Fernando Pessoa, “no tenía biblioteca, ni sabía de finanzas”. Habla a la gente, mayoritariamente del campo, donde se crió, desde la vida, desde la experiencia, y todo el mundo le entiende, aunque trate de temas profundos, porque recurre al lenguaje creativo de los poetas: inventa imágenes, utiliza bellas metáforas y narra parábolas. Jesús es maestro de vida, pero un maestro poco convencional, que nada tiene que ver con los intérpretes de la ley o con los escribas que trabajaban al servicio de la jerarquía sacerdotal del Templo. Un maestro heterodoxo que pone en cuestión la religión convencional. Es un sabio que enseña con autoridad, la que emana de su testimonio y autenticidad de vida, y que no absolutiza la tradición sino que con frecuencia la corrige. Predica y promueve el reino de Dios no como realidad espacial inaccesible sino como proyecto de justicia y de compasión para los excluidos del sistema político y religioso. Crea un movimiento igualitario de hombres y mujeres sin dominación masculina, cosa muy difícil, por no decir imposible, en aquella sociedad patriarcal. Es amigo de las mujeres. “Su amiga más entrañable y querida” es María Magdalena, que, al decir de Pagola, “ocupa un lugar especial en su corazón y en el grupo de discípulos” y lidera el grupo de las discípulas.
La actividad pública de Jesús resulta conflictiva y provoca recelo en el poder romano. Por eso su final era de esperar: las autoridades religiosas le entregan y las autoridades romanas le condenan a muerte de cruz. Se convierte así en un “mártir” por el reino de Dios. ¿Motivo? Haber denunciado de raíz el sistema vigente y solidarizarse con los últimos: pecadores, publicanos, prostitutas, enfermos, mendigos, etcétera. Tras un momento de desconcierto, los discípulos y discípulas proclaman a los cuatro vientos que el Crucificado está vivo. Dios le ha dado la razón, le ha hecho justicia y lo ha resucitado. ¿Milagro? Tras la muerte se abre así un camino de esperanza.
No logro entender por qué esta imagen de Jesús que ofrece Pagola ha podido sacar de sus casillas a los guardianes de la ortodoxia católica cuando lo que hace el libro es recoger los resultados de la investigación científica más fiable sobre el Jesús histórico: métodos histórico-críticos, hermenéutica feminista, historia social, antropología cultural, sociología del movimiento de Jesús y del cristianismo primitivo, etcétera. ¿Habrá vuelto la jerarquía de nuevo la espalda a la crítica literaria y se habrá aferrado al dogma? Por ese camino se llega derechamente al fundamentalismo. Y Jesús estaba muy lejos de ser fundamentalista. Era, al decir de Nietzsche, “un espíritu libre”.